Una magnífica obra barroca, realizada por el escultor Francisco Martínez en 1680-1684 y policromada por Pedro Bernales, ambos cántabros –algo habitual en Bizkaia por aquellos años–.
Su mazonería (la arquitectura) es la propia del barroco del momento: columnas salomónicas, vides, hojarasca, grandes florones…
Por su parte las anónimas tallas son también barrocas, pero del XVIII. Salvo el Crucificado, tardogótico de hacia 1525, tal vez resto de un retablo anterior.
La restauración, realizada por la empresa Áurea, ha exigido ajustar la estructura, limpiar, eliminar repintes, reconstruir volúmenes perdidos, repolicromar zonas «borradas»…
Todo ello ha sido posible gracias al apoyo del Departamento de Cultura de la Diputación Foral de Bizkaia, que ha aportado 30.000 €, y del Ayuntamiento de Trucíos, que ha asumido otros 18.000 €. Mucho dinero, pero un resultado espectacular.